Una organización internacional resguarda el patrimonio genético de miles de semillas, e impulsa el desarrollo de nuevas variedades que sean resistentes a las sequías y las pestes.
La agricultura tiene una conducta suicida: es tan responsable como víctima del cambio climático. Casi un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero se deben a esta actividad, y aquí se incluye la generación de dióxido de carbono por la labranza, el uso de fertilizantes que aumentan la presencia del óxido nitroso, y el metano que surge por la actividad pecuaria.
Resultado: el 20% de las especies vegetales está en peligro de extinción, y además del aumento de las temperaturas, otras causas son la destrucción de zonas de cultivo a favor de pocas variedades (como el aceite de palma o la soja), la deforestación que causa la industria de la madera, y la urbanización que avanza sobre terrenos cultivables.
Algunas de las más amenazadas
Granos muy valiosos para la alimentación mundial como el frijol, el maíz, la patata y el trigo se han visto muy comprometidos con el aumento de la temperatura global
Con el aumento de la temperatura global, habrá algunos ganadores y muchos perdedores. De los primeros, sólo el banano y la yuca se pueden ver beneficiados por este fenómeno, pero otros granos muy valiosos para la alimentación mundial como el frijol, el maíz, la patata y el trigo están muy comprometidos.
Las arcas de Noé de las semillas
Para evitar que el cambio climático arruine cosechas y provoque crisis alimentarias, la organización internacional CIAT (Centro Internacional para la Agricultura Tropical) trabaja en diversos frentes, de los cuales hay dos claves: la preservación del patrimonio genético de las semillas, y el desarrollo de especies que resistan a las sequías, al ascenso de las temperaturas y a las enfermedades.
Eligiendo las semillas se pueden mejorar variedades vegetales (CIAT).
La creación de ‘arcas de Noé’ de semillas es una actividad que patrocinan varias entidades. Una de ellas es la Bóveda Global de Semillas Svalbard, que tiene unas 860.000 muestras de 5.100 variedades, bien protegidas en el interior de una montaña.
En Cali, Colombia, el CIAT atesora la mayor colección de frijoles del mundo: unas 37.000 variedades, así como 6.000 diferentes muestras de yuca.
El legado de los pariente salvajes
Además de las especies de cultivo y consumo, los científicos emprenden una carrera contra el tiempo para salvaguardar la mayor cantidad de ‘parientes salvajes’ de las semillas. Su importancia reside en que estas variedades tienen una valiosa información genética que puede usarse para desarrollar cultivos que puedan crecer bajo altas temperaturas, suelos con más salinidad, y ante epidemias o plagas. Por ejemplo, los genes de una especie de arroz silvestre, Oryza nivara, fueron claves para desarrollar variedades resistentes al virus del arroz raquítico folioso, una enfermedad que causó cientos de millones de euros de perjuicios a agricultores asiáticos en los 70.
Para evitar que el cambio climático arruine cosechas y provoque crisis alimentarias, la organización internacional CIAT (Centro Internacional para la Agricultura Tropical) trabaja en diversos frentes, de los cuales hay dos claves: la preservación del patrimonio genético de las semillas, y el desarrollo de especies que resistan a las sequías
Pero falta mucho por recolectar: de un mapeo de 1.076 parientes silvestres de los 81 cultivos más importantes para la alimentación, el 30% no se encuentra en ningún banco de germoplasma del mundo, y de un 24% se tienen menos de diez muestras, por lo que su presencia es muy frágil; precisa un estudio publicado en Nature Plants.
Además, más del 95% de estas especies de parientes silvestres no están bien representadas en sus distribuciones nativas. Los vacíos más críticos se encuentran en el Mediterráneo y el Oriente cercano, Europa occidental y sur, Asia suroriental y oriental, y Sudamérica.
“El nivel de exposición al riesgo en general es bastante alarmante. El suministro de alimentos del mundo se encuentra en una posición precaria en la que se depende de muy pocas especies de plantas cultivables. Por cada pariente silvestre que no es conservado en un banco de germoplasma y no se encuentra disponible para la investigación, existe una opción menos para que los fitomejoradores eleven la resiliencia de los cultivos alimenticios”, dice Colin Khoury, coautor del informe y también científico del CIAT.
Y no es una inversión muy elevada: según esta organización, con menos de 600 euros ya se puede conservar la variedad de un cultivo para siempre.
Costes
Con menos de 600 euros ya se puede conservar la variedad de un cultivo para siempre.
Las súper semillas
La creación de nuevos tipos de semilla, usando los genes de sus parientes salvajes o de otros tipos ‘domesticados’, evita que sequías, pestes o inundaciones ocasionen crisis de hambruna.
En el CIAT trabajan con las pautas de la biofortificación, que es un método para aumentar el contenido de los nutrientes en los cultivos a través de diferentes técnicas de un mejoramiento del varietal, que permite desarrollar semillas con más presencia de micronutrientes, como el hierro y el zinc.
Semillas que evitan la anemia
Por ejemplo, en Colombia los frijoles tradicionales tienen alrededor de 50 partes por millón (ppm) de hierro y 28 ppm de zinc. Pero gracias a este sistema, se crearon las variedades BIO-101 y BIO-107, que tienen contenidos superiores al 60% en hierro y al 50% en zinc. Otra variedad, la SAB-618, es mucho más resistente a las temperaturas altas, lo que puede ser cultivado en regiones que sufren de sequías o cuyas temperaturas han ido subiendo.
El frijol, el maíz, la patata o el trigo se han visto muy comprometidos con el aumento de la temperatura global.
En Uganda, el CIAT ha entregado a las comunidades rurales una especie de frijol que provenía de variedades de Mesoamérica. Adaptada a entornos tropicales, estos frijoles tienen una presencia de hierro mayor que permitía suplir la carencia de este micronutriente en la dieta tradicional, y evitar los casos de anemia, que castiga a millones de personas en África. También en Ruanda, luego de la guerra civil de 1994, el CIAT entregó semillas fortificadas con hierro y mejoró la salud de la población.
Otras estrategias del CIAT es desarrollar variedades que no atenten contra el ecosistema. En Colombia, junto con la Universidad de Cauca, pusieron en marcha un modelo de pastos alternativos, en el que los productores descubrieron que la producción de leche de cada vaca se ha duplicado, y que los animales pueden ir al matadero a los dos años, en vez de los cinco que se solía esperar.
Para qué sirven las super semillas
La creación de nuevos tipos de semilla, usando los genes de sus parientes salvajes o de otros tipos ‘domesticados’, evita que sequías, pestes o inundaciones ocasionen crisis de hambruna
Este aumento en los tiempos de producción permite que se reduzca la demanda de nuevas tierras para pastoreo, lo que disminuye los índices de desforestación. Esta técnica de silvopastorismo, visto el bien resultado, espera ser implementada por el gobierno colombiano en seis millones de hectáreas. En tanto, en el este de África, se espera plantar la variedad de forraje Bracharia, que permitiría a los ganadores producir hasta un 40% más de leche.
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