Tiempo atrás, las cosechas eran consideradas sagradas por muchos pueblos. En su nombre se hacían ofrendas, se realizaban ritos e incluso, para algunos, eran motivo de divinidad; por ejemplo, en la mitología romana Ceres era la diosa de la agricultura.
Pero, el mundo ya no es lo que era. Y los tiempos que, de la mano de la producción y el trabajo, se han ido acelerando, han llevado a que los ciclos naturales, que antes se respetaban sin chistar, hoy sean un objeto casi de laboratorio para el hombre.
Esto se ve muy claro en el campo. El modelo de agricultura industrial hace de la naturaleza un engranaje más, sobre el que es posible calcular qué producir (aunque las condiciones naturales no sean las más favorables), cuánto y cómo cosechar. Es la demanda y la rentabilidad la que rigen, dejando la biodiversidad bastardeada y en peligro.
¿Cómo hacer posible algo que naturalmente no podría hacerse? Ahí llega el turno de los agroquímicos, una manera de resolver de forma rápida y efectiva algo que, de manera natural, implicaría mucho más trabajo y dedicación; por ende, menor rentabilidad.
Ahora bien, el costo de tener un campo "libre" de "malas hierbas" o de cultivos que no son los que se desea cosechar, es muchas veces la contaminación (del agua, el suelo y el aire), y la enfermedad de personas y animales.
El glifosato es uno de los herbicidas que más se usan en el mundo. Se comercializa en más de 100 países por distintos fabricantes, pero Monsanto es el principal proveedor comercial del “Roundup”, marca popular de los herbicidas que contienen como principio activo, el glifosato.
Se usa para controlar malezas de manera tal de eliminar a todas, menos al cultivo seleccionado que, además, debe haber sido modificado genéticamente para poder crecer a pesar de ser rociado con éste.
Aunque es muy utilizado, y muchos argumentan que es la mejor manera de alimentar al mundo, en marzo de 2015 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) la señaló como “probable carcinógeno para los seres humanos”; y muchas enfermedades se han vinculado a su uso.
¿Quién podría enfrentarse a este poderoso destructor?
Créase o no, de las mismas víctimas emergen las mejores luchadoras. Así como sucede con el amaranto, también han descubierto en España, una especie vegetal que también es capaz de sobrevivir al glifosato.
Su nombre es Lolium rigidum y ha sido estudiada por un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba. Crece especialmente en áreas mediterráneas con períodos largos de sequía. En algunos sitios está considerada como una las "malas hierbas" más difíciles para los campos.
El estudio publicado en Frontiers in Plant Science que comprobó su resistencia al glifosato fue coordinado por Rafael A. De Prado, catedrático de Química Agrícola y Edafología de la Universidad de Córdoba.
¿Por qué puede combatirlo?
Según las conclusiones del estudio, el glifosato es absorbido muy poco por la planta sin desplazarse por su interior, por ende los daños que puede generarle son mucho menores que en otras especies. Además, el uso de estos herbicidas también puede haber favorecido el desarrollo de resistencia. De este modo, según señalan, la no translocación del herbicida sería un mecanismo de defensa de la propia planta.
¿Será ésta una señal más de la inteligencia de la naturaleza? ¿Cuándo volveremos a aprender de ella?
FUENTE:
la bioguia
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