Preparar correctamente el suelo de un jardín de cannabis en exterior puede suponer un gran cambio en la calidad y el tamaño de la cosecha final. El cannabis tiene requisitos específicos en lo que respecta a la calidad y la textura del suelo. Aquí te presentamos una guía breve para asegurarte de que todas las variables se optimizan.
La textura y la composición del suelo
Ésta es una manera sencilla y barata de determinar la composición del suelo (© colostate.edu)
El cannabis crece mejor en suelos ligeros y limosos, que drenan bien pero también conservan un grado de humedad. Los suelos limosos son una mezcla de arena, limo y arcilla en una relación aproximada de 40:40:20. La arena es un constituyente principal de muchos suelos, y se caracteriza por las partículas granulares de rocas y minerales que miden 0,05mm a 2mm de diámetro. El limo es más fino que la arena, y se compone de partículas que miden 0,002mm-0,05mm. La arcilla es aún más fina, y sus partículas miden menos de 0,002mm de diámetro. Uno de los métodos utilizados para determinar la composición del suelo consiste en remover un poco de tierra del suelo en una jarra llena de agua y permitir que las partículas se asienten. Aquí se puede encontrar una explicación más detallada.
A medida que el tamaño medio de las partículas de un suelo disminuye, la capacidad del agua para drenar se reduce. En suelos muy arenosos, el agua drena muy rápidamente, mientras que los suelos con un alto contenido de arcilla pueden saturarse de agua, fácilmente, porque el agua no puede penetrar a través de sus partículas, pequeñas y apretadas. Si utilizas la tierra existente en el terreno, puedes añadir y mezclar arena, limo o arcilla para mejorar la capacidad de drenaje, o retención, del suelo a medida que sea necesario. El drenaje y la estabilidad del suelo también se pueden mejorar añadiendo grava, lo que en términos técnicos consiste en partículas de roca y minerales que miden 2m-75mm de diámetro. Las piedras más grandes se pueden quitar donde sea posible para evitar que obstruyan las raíces de las plantas.
Si el suelo es de mala calidad, puedes plantearte comprar sustrato comercial, de buena calidad, y mezclarlo en el suelo existente, o añadir estiércol, mantillo, harina de sangre, harina de huesos, o una serie de otros aditivos de suelo, diseñados para mejorar los nutrientes disponibles. Puedes incluso cultivar tus plantas en su totalidad en sustrato comercial comprado en bolsas o recipientes para que no estén expuestas al suelo local.
Regulación del pH del suelo
El cannabis prefiere los suelos que se encuentran dentro de un rango de pH, ligeramente ácido, de 5,5-6,5. Si los suelos son más ácidos o alcalinos, se pueden producir una serie de deficiencias o toxicidades, a medida que los nutrientes comienzan a ser absorbidos en proporciones que no son óptimas y pueden resultar perjudiciales para la planta. Si los nutrientes no son absorbidos en proporciones y cantidades óptimas, tus plantas no alcanzarán la máxima calidad y rendimiento, y pueden no llegar a desarrollarse.
Si el pH del suelo es demasiado alto (demasiado alcalino), entonces se puede añadir un compuesto ácido al suelo para reducir el pH hasta la medida deseada. El ingrediente que se utiliza con más frecuencia es el azufre, que se convierte en ácido sulfúrico por medio de las bacterias especializadas del suelo para reducir el pH. Aquí puedes encontrar una guía completa. Si el pH del suelo es demasiado bajo (demasiado ácido), el aditivo más común es la cal agrícola (carbonato de calcio).
Esterilización del suelo
La esterilización del suelo, mediante su exposición al vapor, puede eliminar muchas bacterias, hongos e insectos perjudiciales, al mismo tiempo que permite que varias bacterias beneficiosas sigan con vida. Si compras sustrato comercial, de buena calidad, destinado para el cultivo de cannabis, por lo general no es necesario esterilizarlo, pero si se utiliza la tierra existente en el terreno, resulta muy beneficioso esterilizar si es posible. También aporta la ventaja añadida de acabar con las semillas de las malas hierbas no deseadas presentes en el suelo. Sin embargo, es un proceso difícil, y lento, que suele pasarse por alto, y si no es factible llevarlo a cabo, hay otras maneras de controlar las plagas, como el uso de microbios e insectos beneficiosos, y compuestos orgánicos de origen vegetal que repelen o acaban con las plagas, sin dañar la planta.
La solarización del suelo destruye los patógenos mediante la amplificación de los rayos del sol para aumentar la temperatura del suelo (© University of California)
Existen varias técnicas para esterilizar la tierra en exterior. La solarización es uno de estos métodos, y consiste en labrar la tierra a fondo, abriendo surcos y descomponiéndola en trozos finos y húmedos, para cubrirla después con un plástico transparente y fino, lo que amplifica el calor y la luz del sol y permite que la tierra alcance temperaturas suficientemente altas como para destruir los microorganismos más indeseables. El suelo debe alcanzar temperaturas de 46° C (114° F) durante cuatro a seis semanas para que este método sea completamente eficaz. Se debe revisar y volver a arar, con regularidad, para asegurarse de que las temperaturas son suficientes y consistentes.
Si la solarización del suelo no se puede llevar a cabo debido a las limitaciones de tiempo, se puede esterilizar la tierra mediante el uso de vapor. Las operaciones agrícolas a gran escala utilizan equipos caros y especializados, pero se pueden utilizar fuentes de vapor, domésticas y baratas, como una olla a presión para esterilizar el sustrato. También se han diseñado métodos para las operaciones de cultivo a pequeña escala. Por ejemplo, el método de la Parrilla Hoddesdones una técnica que consiste en poner capas de marga labrada sobre una parrilla de acero, situada encima de una bandeja poco profunda con agua hirviendo constantemente para que el vapor pueda subir y pasar a través del sustrato. Cuando las temperaturas alcanzan 82-88° C (180-190° F), la esterilización se ha completado.
¿Macetas, bolsas, o agujeros en el suelo?
Si las raíces crecen sin restricciones, pueden acceder a las aguas subterráneas (© csiro.au)
Cuando se cultiva en exterior, hay varias opciones disponibles: cultivar tus plantas en macetas o jardineras, meterlas en bolsas de cultivo (que puede ser el saco de plástico en el que venía el sustrato que compraste en la tienda, o pueden ser bolsas especialmente diseñadas, que suelen estar hechas de arpillera o plástico transpirable), o cavar hoyos en el suelo y plantar directamente en el suelo, lo que puede optimizar el uso de los métodos descritos anteriormente, o utilizarlos sin modificaciones si las pruebas demuestran que la tierra es óptima, de forma natural, para el cultivo de cannabis.
Si cultivas en macetas o bolsas, la ventaja es que puedes usar sustrato comprado en la tienda, que no sólo está optimizado para el cultivo de cannabis, sino que además ha sido previamente esterilizado para garantizar que no hay microbios dañinos presentes. La desventaja es que tus plantas dispondrán de un espacio limitado debido al tamaño del contenedor o recipiente. Además, con las macetas, hace falta realizar trasplantes regulares y regar con regularidad (porque no pueden recibir el agua de las aguas subterráneas, a diferencia de las plantas en bolsas permeables o agujeros en el suelo).
Por otro lado, cavar hoyos en la tierra y plantar las plantas jóvenes, directamente en ella, les permite crecer sin restricciones y que las raíces tengan acceso a la cantidad máxima posible de agua subterránea. Por lo tanto, van a alcanzar tamaños mucho mayores, y necesitan menos mantenimiento y vigilancia, pero puede haber un mayor riesgo de exposición a patógenos del suelo, e incluso a contaminación, como la procedente de la escorrentía agrícola.
Fuente: https://www.lamarihuana.com/como-preparar-el-suelo-para-un-jardin-con-marihuana-en-exterior/
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