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El arsénico es un elemento químico que, según la OMS, puede producir lesiones cutáneas, cáncer y enfermedades vasculares, entre otras afecciones. En altas dosis, es veneno. Se encuentra presente de forma natural en las aguas subterráneas de algunos países, pero el mayor problema es cuando contamina el agua potable de ríos o arroyos por culpa de los desechos industriales, la megaminería, o el uso de pesticidas.  

Muchas personas, que no tienen acceso a fuentes de agua segura, beben este agua, y así enferman y empeoran sus condiciones de vida.  En América Latina, más de cuatro millones de personas viven expuestas a él.

Teniendo en cuenta esta situación, Manuel Chávez Ruiz, un químico peruano del Instituto Nacional de Salud de su país, dio con un importante avance que podría representar una gran esperanza en estos casos. 

 

 

 

A través de una investigación, Ruiz encontró que algo tan simple como la cáscara de coco podía ser utilizada para realizar un filtro capaz de eliminar el arsénico del agua. 

Las propiedades naturales de la cáscara de coco, mediante un proceso físico-químico, la vuelven un absorbente natural del metaloide.  

¿Cómo es esto posible? Las altas cantidades de carbón que contiene esta cáscara hacen que, al calentarla, se convierta en un material poroso que, al añadirle algunas sustancias químicas, hace posible separar el arsénico. De esta manera, cuando se introduce en el agua, este metaloide se adhiere a sus poros. 

El proceso para convertir la cáscara de coco en un filtro ya se encuentra patentado por el Instituto Nacional de Salud y, al respecto, el químico señaló que: 

“Nuestro objetivo es ofrecer el filtro al área de tratamiento de agua que labora directamente con las comunidades rurales pues ellas son las que consumen directamente el agua de los ríos y no cuentan con plantas de tratamiento”.

Además, ya ha sido probado en soluciones con alto contenido de arsénico y es capaz de reducirlo en aguas contaminadas con valores mayores a 200 µg/L. 

Al tratarse de un material de origen orgánico, podría representar una esperanza a nivel de costos y extensión para las cuatro millones y medio de personas que viven en Latinoamérica  expuestas a altos niveles de arsénicoen el agua que beben; un derecho que les corresponde y que aun hoy tienen vulnerado.